El Perú invierte poco en ciencia e investigación. Destina apenas US$4 anuales per cápita; Brasil aporta más de US$60.
— ¿Qué otro hallazgo científico de esta trascendencia se ha hecho en el país después de este?, le preguntamos al científico físico Modesto Montoya, ex presidente del Instituto Peruano de Energía Nuclear.
— ...Me pones en problemas — dice, pero continúa— hay algunas investigaciones que se están haciendo en universidades, propiedades de algunas plantas que se están descubriendo pero que todavía no llegan a la parte comercial. En la parte física se están investigando algunas sustancias químicas que al verterlas en el agua podrían potabilizarla…
El hombre de ciencias recuerda más descubrimientos aislados, pero pronto pisa la realidad.
Si el número de registros de patentes mide el pulso del estado de la ciencia en un país (el invento se convierte en patente, y este en dinero para el científico y el país: así funciona el círculo), la nuestra es una situación más que angustiante. Basta mirar la infografía que ilustra esta página para entender que el Perú está en la cola del conocimiento: de 34 patentes registradas en 1993 se pasó a 28 en el 2007, número mucho menor incluso al de 1978, cuando se reportaron 50.
El discurso de las autoridades políticas —persistente y provocador— sobre la importancia del conocimiento en esta sociedad se queda, una vez más, en el papel. Según la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología (una organización que maneja una base de datos de la región), el Perú invierte en investigación y desarrollo menos de 4 dólares anuales por habitante, mientras que Brasil supera los 60, Chile alcanza los 25 y Argentina bordea los 30. Comparación morbosa adicional: EE.UU. invierte por ciudadano 300 veces más: 1.200 dólares al año.
Conclusión: como el conocimiento o se compra o se produce, al Perú solo le queda comprar, y a precios muy altos. “La dependencia de las tecnologías extranjeras nos hace más pobres”, dice el presidente de la Academia Nacional de Ciencias, Roger Guerra-García. Hay un dicho recurrente entre los investigadores peruanos: ser científico en el Perú es como ser torero en Nueva York.
EXIGUO PRESUPUESTO
El país, como sucede con varios otros campos, tiene una ley para la ciencia, pero, como sucede también con la mayoría de las mismas, es más retórica que práctica. Dice, por ejemplo, que el Concytec es el organismo rector del sistema nacional de ciencia y tecnología, pero en realidad no tiene competencia sobre lo que los institutos de investigación dispersos en los diferentes ministerios hacen o no.
“Cada instituto diseña su proyecto de manera independiente, y muchas veces las investigaciones se duplican”, explica Montoya. La falta de liderazgo —según él— se debe a que el Concytec no tiene rango ministerial (ver nota vinculada) y a que, por lo tanto, su presupuesto es escaso y sus decisiones no tienen peso.
El actual presidente de esta institución dependiente del Ministerio de Educación, Augusto Mellado, recuerda que el presupuesto se redujo dramáticamente durante el fujimorato hasta alcanzar los niveles actuales. “Aunque el año pasado se incrementó en S/.2 millones, ahora contamos con 14 millones”.
El Perú invierte solo el 0,15% de su PBI en el desarrollo de la ciencia; en Chile, es cuatro veces más. “La meta es alcanzar el 1,6% en cuatro años”, añade Mellado. Es optimista, pero Guerra-García no lo es tanto. “En el Congreso hay mucha ignorancia sobre el tema. Por ejemplo, en el Perú se gradúan no más de 10 doctores en ciencias al año, mientras que en Chile esta cifra se multiplica por diez; es esto lo que los debería preocupar, no el armamentismo”, dice.
La ciencia no es políticamente rentable porque no cumple dos principios básicos de la política peruana: inmediatez y visibilidad. Sus logros son a mediano y largo plazo, su impacto nada tiene que ver con ladrillos y cemento.
DECEPCIÓN ACADÉMICA
“Estimados amigos:Les escribo estas notas desilusionado con el discurso del presidente García: ni una sola referencia a la ciencia. Un discurso con más de lo mismo, que tantos kilómetros de carretera, que tantas inversiones, que tanta mayor oferta de exportación de materias primas. Hubo sí, un deseo de que el Perú sea parte del primer mundo en el 2021. ¿Pero sabrá nuestro presidente que la única manera de ubicarse dentro de él es con desarrollo científico?...”
Así comienza la carta que el científico Víctor Benavides escribió el 30 de julio a los 40 miembros de la Academia Nacional de Ciencias. Su decepción es compartida por todos sus integrantes. A Montoya, hace unos días, un investigador estadounidense le respondió un correo que había escrito recomendando a una joven investigadora: “Su recomendación es un poco incoherente, si esta joven es tan buena, ¿por qué no tiene trabajo en el Perú?”, le dijo. Montoya, avergonzado, se pregunta: “¿Cómo le iba a explicar que la ley nos impide nombrar profesionales, aunque sean buenos?”.
EN PUNTOS
Ministerio o por lo menos rango ministerial1. Los investigadores sostienen que el Concytec debería ser la entidad que centralice, canalice, oriente y lidere las investigaciones del país.
2. Modesto Montoya sostiene que es necesario tener un ministerio de la ciencia o que, por lo menos, el Concytec asuma un rango ministerial.
3. Argentina, Costa Rica y Brasil cuentan con un Ministerio de Ciencias, y en el caso de Chile, la Conacyt tiene rango ministerial.
4. Según Montoya, con un ministerio especializado, lejos de incrementarse el gasto, este se podría reducir pues se evitaría duplicar funciones entre los pequeños institutos con enormes cuerpos burocráticos.
5. Calcula que podrían ahorrarse US$ 30 millones.
Estiman que solo el 10% de los docentes universitarios investiga
Las llamadas a ser las promotoras del conocimiento son las universidades. Sin embargo, la producción se concentra en las públicas como la Universidad Nacional de Ingeniería, San Marcos y la Agraria, y solo dos de las privadas, la Cayetano Heredia y la Católica. Como señala el presidente de la Academia Nacional de Ciencias, Roger Guerra-García, la mayoría de casas superiores de estudio del país no investiga.
Guerra-García estima que en el Perú debe haber solo 500 doctores, con una edad promedio de 60 años. “De ese total, el número de investigadores no debe superar los 150”, añade. Pero hace un cálculo aun más escalofriante: “Menos del 10% de los docentes de las universidades investiga”.
En tanto, el científico Modesto Montoya sostiene que no hay incentivos para la investigación y que “cada vez esta se deprecia más”. Cuenta, por ejemplo, que en 1972 tuvo que hacer una tesis para graduarse de bachiller y luego otra para licenciarse. “Luego vino una ley maldita, así la llamo yo, que permite el bachillerato automático, después apareció la posibilidad de obtener la licenciatura solo con examen o a través de un curso. ¿Cómo se piensa entonces fomentar la investigación si la tesis es la primera investigación que uno hace?”, inquiere.
Los investigadores recuerdan que cuando se evalúa el rendimiento de los docentes en las universidades, la organización de eventos o el ocupar un cargo tiene tanto o más peso que las investigaciones del catedrático.
Hace poco, el mandatario estadounidense, Barack Obama, afirmó que su país necesitaba alrededor de 300 mil nuevos científicos para recuperar su antiguo crecimiento. Aseguró que, para ello, atraerían a talentos del mundo entero. “Para mí es una declaración de guerra. ¿Qué pasaría si hubiera dicho: “Necesitamos oro, vamos a traerlo de donde haya”?”, dice Montoya.
SEPA MÁS¿Desinterés cultural?“El desinterés por la ciencia en el país es cultural”, cree Roger Guerra-García, presidente de la Academia Nacional de Ciencias. “Las universidades que se crearon, como las que existían en España, no cultivavan las ciencias. Los españoles compraban la tecnología a otros países; sin embargo, con los siglos, sí han logrado impulsar la investigación”.
EDITORIAL DEL DIARIO ELCOMERCIO
Apoyo a la ciencia o la más injusta de las exclusiones
El Comercio 03-08-09
El reto de toda sociedad moderna, más aun en los actuales tiempos de la globalización, es garantizar democracia, bienestar y desarrollo humano. Esto implica, parafraseando al premio Nobel Amartya Sen, ir más allá de la macroeconomía para reconocer los derechos de las personas, satisfacer sus necesidades fundamentales y proveerles las condiciones necesarias para que puedan desarrollarse de manera integral. Prueba de ello es que, como ha informado nuestro Diario ayer, los países más desarrollados y con un PBI pujante son aquellos que han invertido en el bienestar físico, emocional e intelectual de sus ciudadanos, concediéndoles acceso al empleo digno y a los servicios básicos, la posibilidad de participar en las decisiones que afecten su desarrollo, y recursos para impulsar la ciencia y la tecnología.
En estos temas, nuestro país sigue a la zaga, sobre todo en lo que corresponde a la investigación y el desarrollo, campo en el que nos hallamos en el puesto 84 en un ránking mundial que incluye a 127 países. Lo peor es que, como han reclamado científicos peruanos, no existen indicios de que el Estado quiera revertir tan dramática y desalentadora situación.
Sin embargo, hay indicadores que no deberían pasar desapercibidos para el Gobierno, responsable de erradicar el desinterés cultural que existe en las instituciones estatales llamadas a recuperar la inquietud investigativa.
El Perú invierte en investigación solo el 0,15% del PBI. Esto implica 4 dólares anuales por habitante, mientras que Brasil invierte 60 dólares, Chile 25 y Argentina 30 dólares. Salvo cinco universidades limeñas (tres nacionales y dos privadas), el resto (más de 90) no promueve el conocimiento; así, solo 10% de los docentes universitarios investiga.
Ante tan calamitoso panorama, las salidas son múltiples, pero podrían resumirse en una: establecer una política de Estado que más allá del gobierno de turno frene el déficit cultural. Eso significa elevar los recursos que el erario concede a la investigación o promover estrategias conjuntas con el sector privado para incentivar su participación, como sucede en otros campos del arte, la educación y el deporte. En segundo lugar, debe fortalecerse el Consejo de Ciencia y Tecnología (Concytec). Dotársele de los recursos que requiere para financiar la investigación, las becas y otros estudios de posgrado de peruanos con futuro y, como han propuesto muchos especialistas, estudiar la posibilidad de darle rango ministerial para que pueda centralizar la labor que hoy desarrollan de manera dispersa e insuficiente otros centros de investigación existentes en la administración pública.
Mientras Estados Unidos se ha propuesto captar a los científicos del mundo (necesita 300 mil, según Barack Obama), países como el nuestro no hacen nada por retener a los talentos, que fugan en busca de mejores oportunidades.
Para El Comercio, que siempre ha promovido la educación y espacios para la difusión de la ciencia, es prioritario que los medios de comunicación se sumen a esta causa. Como señalamos en nuestras Propuestas para una Agenda de Gobierno, frenar las posibilidades de desarrollo de las personas y su acceso a la educación y a la investigación es la más injusta de las exclusiones.