LA
CRISIS ESTRUCTURAL DE LA UNIVERSIDAD PERUANA Y LA ASAMBLEA NACIONAL DE RECTORES
Dr. Nemesio Espinoza
Herrera
Profesor principal de
la UNMSM
Universidad
en crisis que sólo sobrevive maquinalmente
Actualmente en el Perú hay
137 universidades, de entre ellas 50 públicas. Hay cerca de un millón de
estudiantes, 70 mil docentes universitarios, 50 mil trabajadores administrativos.
La Universidad Alas Peruanas es la más poblada: tiene cerca de 60 mil estudiantes
y San Marcos 30 mil.
Hoy, en los
albores del Siglo XXI y del Tercer Milenio, todos somos testigos de cómo la
universidad peruana tiene –como hace 100 años- evidentes
señales de mala calidad académica en la formación de los profesionales. La investigación
científica (productora de la ciencia y tecnología) es, en términos de calidad y
resultados que los tiempos actuales exigen, inexistente. Hay preocupantes
niveles de desempleo (y subempleo) profesional. La gestión universitaria es extraordinariamente
anacrónica, sobredimensionada, burocrática, irracional, caótica y con evidentes
señales de corrupción y mediocracia.
Así, pues,
la universidad peruana desde hace muchas décadas está sumida en su peor crisis
estructural y no responde a las necesidades del desarrollo nacional; más aún,
resulta siendo un óbice. Hecha una “ampolla” y una paria con ribetes de
obsolescencia, sumida en el ostracismo resultante del vetusto concepto de “autonomía
universitaria” y no siendo tenida como parte de la agenda de la política de
Estado, la universidad peruana se ha convertido en un falso farol para las nuevas
generaciones.
La
universidad peruana tiene que cambiar, tiene que salir sostenidamente de la
crisis porque las exigencias del proceso de desarrollo nacional de hoy así lo
exigen.
La
ANR y la crisis de la universidad
En este contexto de evidente
crisis de la universidad peruana, la Asamblea Nacional de Rectores (ANR) ha
dado el grito al cielo seguido de sendos “pronunciamientos” por parte de varios
rectores rechazando “la creación de un Consejo Nacional de Universidades o de
una Superintendencia Nacional de Universidades o de la Autoridad Nacional de
Educación Universitaria, ya que involucraría la presencia de órganos extraños e
intervencionistas” y declarando la defensa de la “autonomía universitaria”,
pues, “es el ámbito de libertad necesaria para el desarrollo de la investigación
científica y tecnológica y al logro de competencias profesionales de alto
nivel” (sic).
Es decir, para la ANR la
universidad peruana marcha sobre ruedas y bien; nada se debe cambiar. Según la
lógica de la ANR, si el Estado y la sociedad se atreven a cambiar estereotipos
y gente interesada en que el rio siga revuelto en la universidad peruana,
atentan contra la “autonomía universitaria”, especialmente contra la
“autonomía” de la ANR, entonces hay que “defenderlo enérgicamente”.
Tres décadas de vida
institucional ostenta la ANR. La ANR posee rentas del Estado equivalente al
presupuesto de una universidad y es dueña de una frondosa burocracia. La ANR está calificada, desde
su creación misma, como un “club de amigos” que sin hacer nada observa desde el
balcón pasar el cortejo cuasi fúnebre de la universidad peruana en debacle. Si
así está tres décadas, la ANR desea estar igual cien años.
La
antinatural y demagógica “autonomía universitaria”
En realidad la “autonomía” nunca
ha existido ni podía existir. La universidad peruana ha sido intervenida varias
veces con permisividad de la ANR. La misma ANR declara haber “intervenido 12
universidades”. La universidad siempre ha sido dependiente (controlada) por el
Estado, a través, por ejemplo, del Ministerio de Economía y Finanzas. La
autonomía es antinatural en un contexto económico, político y social natural
sistémico en el que nada está aislado y todo está interrelacionado. La actual
“autonomía universitaria” es un cliché
demagógico y un arma que el Estado esgrime para no “inmiscuirse en los asuntos
de la universidad y no hacerse problemas” y la ANR para mantener la entropía de
la universidad peruana porque eso favorece a intereses particulares. La
“autonomía universitaria” debe, pues, desaparecer. Así, el Estado, la sociedad
y todos los peruanos tendríamos la obligación de contribuir a la construcción
de una nueva universidad para un nuevo Perú.
Por
una nueva universidad peruana
La universidad peruana no
necesita la “defensa enérgica” de la actual “autonomía universitaria para la
calidad” (¿?). No necesita “autonomía”. La universidad del Perú, en las
actuales condiciones, necesita ser intervenida y
reestructurada integralmente por el Estado que es el rector de la educación
nacional y nada dentro de él tiene extraterritorialidad. La universidad peruana
(y la ANR) necesita la declaratoria del estado de emergencia nacional. La
universidad necesita nuevas estrategias de calidad académica en la formación de
un nuevo tipo de profesionales que el país requiere así como la producción (y
la aplicación) de la ciencia y tecnología a través de la verdadera
investigación científica. La universidad peruana necesita una nueva gestión o
una nueva administración universitaria en la que prime la probidad y la
eficiencia antes que la corrupción y la mediocracia.