LA
INFLUENCIA DE LAS CONCEPCIONES FILOSÓFICAS EN LAS TEORÍAS CIENTIFICAS
Informe
presentado al Dr. Javier Molina Ureta sobre la lectura a Alexandre Koyré, padre
de la Historia de la ciencia
Por: Nemesio
Espinoza Herrera
Libro
fuente: Pensar la ciencia.
Alexandre Koyré. Introducción de Carlos Solís. Ediciones Paidós Ibérica SA.
1994 Universidad Autónoma de Barcelona. Traducción de Antonio Beltrán Marí.
Breves
referencias sobre el pensamiento de Alexandre Koyré
Koyré nació en
Rusia en 1892 y murió a los 72 años en 1964. Adquirió la nacionalidad francesa.
Koyré es conocido como un filósofo e historiador de la ciencia. En la Segunda Guerra Mundial
fue enviado a los Estados Unidos por De Gaulle. Sus principales trabajos se
centraron en los temas de Epistemología y en Historia de la Ciencia, sobre la
base de los trabajos de Galileo, Kepler y de Isaac Newton. Es considerado como
el padre de la Historia de la Ciencia. Denominó “revolución científica” al
nacimiento de la física moderna. Fue formado en las disciplinas religiosas.
Por
ser discípulo de Edmund Husserl, Koyré tiene orígenes fenomenológicos en
abierta oposición a la corriente epistemológica del positivismo. Se dice que de
Husserl aprendió el realismo platónico. Adquirió en sus escritos (y
pensamientos) su propio estilo: el Historiográfico, cuyos principales
planteamientos cuestionan al positivismo. Por tal motivo Koyré es considerado
como historiógrafo por su campaña antipositivista. Siempre estuvo en campaña
antipositivista. Koyré abogaba por el origen metafísico de la revolución
científica (surgimiento de la física moderna) en contra del pensamiento
epistemológico basado en los hechos y en los experimentos propios del positivismo.
Koyré
estudió a Copérnico, a Galileo, a Kepler, a Newton. Fue difusor y defensor de
la política de De Gaulle. Koyré pasa del pensamiento religioso al pensamiento
científico. Propugna el platonismo, pues, aboga por la prevalencia de las
ideas, de la razón, de la lógica; y, va en contra del sociologismo (vaya el
ismo), por ejemplo, contra las tesis “sociologistas” de Robert Merton. Tomás
Kuhn (el de “la matriz disciplinar”) aprendió de Koyré oponerse a los estudios
sociológicos de la ciencia.
Koyré: ¿científico o
historiador de la ciencia?
Koyré
es considerado como el padre de la Historia de la Ciencia. No es científico. Esto
es necesario señalarlo porque en las sesiones en el aula, he escuchado que las
discusiones trataban como si Koyré fuera un científico. Hablar de Koyré es
hablar distinto que hablar de Galileo, Newton, Einstein, Hawking, etc.; pues,
en tanto que los científicos hacen la ciencia, Koyré da cuenta de la historia de
ella, estudia a los científicos. Lo que Julián Marías, por ejemplo, es a la Historia de la Filosofía, Koyré es a la Historia de la Ciencia. Koyré es dueño
de una buena cantidad de obras relacionadas a la Historia de la Ciencia y su
obra Pensar la ciencia, materia de
este informe, a pesar de no titularse como Historia de la ciencia, en el fondo
lo es.
¿Influye las concepciones
filosóficas en las teorías científicas?
Sin
ninguna duda. Lo evidente es que la Filosofía y la Ciencia no son disyuntivas
sino tienen carácter dicotómico. No hay, nunca hubo, separación infranqueable
entre ciencia y filosofía. “Filosofar científicamente y abordar la ciencia
filosóficamente” dice Mario Bunge para señalar que la ciencia y filosofía están
vinculadas tanto así que no hay filosofía sin ciencia ni ésta sin la primera. En
buena cuenta ciencia–metafísica (ciencia de la metafísica, Eu)-filosofía son
dicotomías por cuanto, y desde un punto de vista de sistema (ciencia de la
complejidad), una no existe –no debe existir- sin las otras.
Estas
aseveraciones significan que las concepciones filosóficas influyen en las
teorías científicas y éstas en las primeras. Sobre las repercusiones de la
filosofía en la ciencia, es necesario, por ejemplo, decir que los antiguos
griegos fueron los primeros filósofos de la ciencia. Contrariamente, los
grandes científicos y sus descubrimientos (o encubrimientos) inspiraron –e
inspiran- a los filósofos y hacen avanzar la filosofía.
Koyré
en la página 49 dice “Algunos historiadores van incluso más lejos y nos dicen
que, en el fondo, la ciencia como tal –al menos la ciencia moderna- jamás
estuvo realmente ligada a la filosofía”. Empero, ¿Quién dijo semejante
barbaridad? (el del subrayado, que es nuestro). No lo dice. Un poco más abajo
dice: “Casi nadie, a excepción del señor Burtt (1925), admite la influencia de
las concepciones filosóficas en la evolución de la ciencia”. Por supuesto que
estas conjeturas –que la filosofía no influye en la ciencia- son rechazadas por
Koyré. (Véase, por ejemplo, las tres consideraciones plateadas por Koyré en la
página 51).
Repercusiones de las concepciones
filosóficas en las teorías científicas, según Koyré
Sobre
si las concepciones filosóficas inciden en las teorías científicas, Koyré es
clarísimo en admitirlo esa verdad. Léase, por ejemplo, las siguientes citas
textuales.
“Pues
si se habla mucho de la influencia del pensamiento científico en la
evolución de las concepciones filosóficas, y con razón porque es evidente y
cierta –basta evocar los nombres de Descartes, de Leibniz, de Kant-, en
compensación se habla mucho menos, o no se habla en absoluto, de la influencia
de la filosofía en la evolución del pensamiento científico. A menos que, como
hacen a veces los historiadores de obediencia positivista, únicamente se
mencione esta influencia para enseñarnos que, en tiempos pasados, la filosofía efectivamente
había influido e incluso dominado la ciencia y quela ciencia antigua y medieval
deben su esterilidad precisamente a eso. Pero que, desde la revolución
científica del siglo XVII, la ciencia se rebeló contra la tiranía de esta
pretendida Regina scientiarum, y que su progreso coincidió justamente con
su liberación progresiva y su establecimiento sobre la base firme de la
experiencia. Liberación que no se hizo de vez -desafortunadamente, en Descartes
e incluso en Newton, se en- LAS CONCEPCIONES FILOSÓFICAS Y LAS TEORÍAS
CIENTÍFICAS encuentran aún huellas de
especulación metafísica, y fue preciso esperar al siglo XIX o incluso al
XX para que desaparecieran
completamente-, pero que tuvo lugar a pesar de todo, gracias a Bacon, Auguste
Comte, Emst Mach y la escuela de Viena” (Pág. 48).
Más
claramente Koyré admite la ligazón inexorable entre la filosofía y la ciencia
cuando dice: “La historia del pensamiento científico nos enseña pues que 1) El
pensamiento científico nunca ha estado enteramente separado del pensamiento
filosófico, 2) las grandes revoluciones científicas siempre han sido
determinadas por conmociones o cambios de concepciones filosóficas, 3) El
pensamiento científico –me refiero a las ciencias físicas- no se desarrolla in vacuo, sino que siempre
se encuentra en el interior de un cuadro de ideas, de principios fundamentales
que habitualmente han sido consideradas como pertenecientes a la filosofía”
(Pág. 51).
Sobre
si la influencia de la filosofía sobre las teorías científicas (y viceversa en
tanto y en cuanto son dicotomías sistémicas, en su sentido de bifurcaciones,
una dependiendo de la otra) es buena o mala, Koyré aboga por que es buena. No
podía ser de otra manera. En efecto, Koyré dice: “En cuanto a saber si la influencia
de la filosofía sobre la evolución del pensamiento científico ha sido buena o
mala, es una cuestión que, a decir verdad, o
bien no tiene mucho sentido, puesto que precisamente acabo de afirmar
que la presencia de un ambiente y de un marco filosófico es una condición indispensable
de la existencia misma de la ciencia, o
bien tiene un sentido muy profundo porque nos lleva al problema del
progreso –o la decadencia- del pensamiento filosófico mismo” (Pág. 52).
Como
buen historiador de la ciencia, Koyré enaltece la importancia de la
interrelación histórica filosofía-ciencia-filosofía. “Sólo el historiador
–dice- que rehaciendo y repasando la evolución de la ciencia, capta las teorías
del pasado en su nacimiento y vive con ella el impulso creador del pensamiento. Volvamos a la historia”.
(Pág. 53). Y, así, anota las características de la “revolución científica” del
Siglo XVII (“el desquite de Platón”, el “realismo platónico”; consignas contra
el positivismo) y sus antecedentes en las cosmológicas, en los estudios a
Newton y en las teorías de Aristóteles (el asunto de las uniformidades y
proporcionalidades, el movimiento, el vacío, etc.), “la concepción aristotélica
no es una concepción matemática, es una concepción metafísica” (filosófica).
La
lucha antiposivista, en restitución del “realismo platónico”, que emprende
Koyré es consistente y categórica cuando, a modo de conclusión, dice: “La
renuncia -la resignación- positivista no es más que una posición de retirada
temporal … tarde o temprano deja de hacer de la necesidad virtud y alegrarse de
su derrota … La actitud filosófica que a la
larga demuestra que es buena no es la del empirista positivista sino del
realismo matemático. En resumen, no la de Bacon o de Comte, sino la de
descartes, Galileo y Platón” (Pág. 66). Empero, Koyré admite la plena vigencia
aún del positivismo en el pensamiento científico y filosófico cuando dice: “Por
eso no es sorprendente que para un gran número de historiadores y de filósofos
este aspecto legalista, fenomenista (sic) –no dice fenomenológica como diría
su maestro Husserl (el subrayado es mío), en definitiva positivista, de la
ciencia moderna, aparezca como su esencia”. (Pág. 63). Por supuesto que Koyré
objeta a la aún práctica cotidiana del positivismo.
Ciudad Universitaria de San Marcos, 14 de diciembre
de 2012