domingo, 29 de diciembre de 2013

Reestructuración de la universidad peruana

REESTRUCTURACIÓN UNIVERSITARIA Y HOMOLOGACIÓN
Por: Nemesio Espinoza Herrera (*).

Desapercibida transcurre la huelga indefinida de los docentes universitarios de las universidades públicas del país. La plataforma es: ¡Homologación ahora! Pero, la propuesta –si bien justa- está mal planteada y no es sostenida. Exigir que las remuneraciones de los catedráticos sean homologadas con las de los magistrados, conforme manda el artículo 53 de la actual Ley Universitaria en vigencia desde 1984 (a cuya virtud el Profesor Principal que percibe 1 500 nuevos soles debe ganar igual que su homólogo, el Vocal Supremo que gana 26 000), es una exigencia ilusa, irreal y hasta irresponsable. Por eso es que la huelga no trasciende ni se hace escuchar sus demandas y con tal situación la universidad incrementa su desprestigio. Habiendo sido incumplida la homologación desde hace 20 años, con la anuencia de los mismos universitarios y aún ahora con el fallo del Tribunal Constitucional a su favor, no se sabe merced a qué ensalmos, conjuros y milagros tendrá ahora que ser cumplida, y ya.
El asunto requiere, más bien, un replanteamiento. La universidad pública en el Perú tiene problemas estructurales largamente embalsados. De cada 100 profesionales que egresan de las universidades nacionales, 75 están sin empleo en las carreras profesionales emprendidas. La verdadera investigación científica –misión fundamental de la universidad- traducida en términos de producción científica y tecnológica que demanda la modernidad es, por regla general, inexistente. La calidad académica se encuentra muy por debajo de los estándares latinoamericanos y se siguen, a la antigua usanza, clonando en masa profesionales inermes y para el desempleo. La docencia universitaria –factor clave para la Investigación Científica y para la formación de verdaderos profesionales- ha devenido casi en el infortunio debido a un conjunot de aspectos, entre ellos, el maltrato en estas últimas cinco décadas en cuanto a sus remuneraciones y condiciones de trabajo. Es también un hecho el excesivo número de docentes no necesariamente calificados en mérito a sus vocaciones para la investigación científica y pedagogía universitaria.
Todavía así, se suma otra realidad mucho más perniciosa aún que termina extinguiendo a la universidad pública: la arcaica administración universitaria. Aunque con escasísimas excepciones, por regla general, los cuadros gerenciales de las universidades (rectores, vicerrectores, decanos, directores, jefes) premunidos de estilos medievales y advenedizos de gestión, prácticamente han institucionalizado, hasta sin quererlo, la mediocracia, el caos administrativo y la corrupción en las universidades.
El Estado, por su parte, ha abdicado de su condición de propietario de la universidad pública y en ves de tomar acciones para evitar su toral descalabro, se limita a observar desde el balcón el paso de cortejo fúnebre universitario. Es en el Perú, al no existir un gran proyecto nacional de desarrollo a largo plazo en el que la educación sea prioridad fundamental de política de Estado, la universidad siempre fue, como lo es hoy, un asunto de quinta categoría a quien no merece darle mayor importancia. En suma, la debacle de la universidad estatal en el Perú es evidente. En tales condiciones, las universidades públicas resultan siendo instituciones obsoletas y falsos faroles para las nuevas generaciones y para el país. En buena cuenta, la universidad pública no existe, sólo sobrevive casi maquinalmente.
Empero, el desarrollo económico y social del país, en el contexto del nuevo siglo y milenio, requiere con premura la vigencia de una nueva universidad pública, moderna y competitiva que produzca ciencia y tecnología, forme un nuevo tipo de profesionales, cuente con un nuevo tipo de docentes universitarios y adopte nuevos modelos de gestión. Para ello hay un solo camino: declara en emergencia nacional a la universidad peruana para emprender el proceso de la verdadera y radical reestructuración universitaria como parte de política de Estado democrático. Sólo una nueva universidad onstruida sobre los escombros de la actual tiene posibilidades sostenidas y merecimientos para la homologación de sueldos docentes y para la asignación de suficientes recursos. La vigencia de la universidad estatal reinventada es una apremiante necesidad nacional, promoverla una responsabilidad colectiva.
(*) Profesor Principal de la UNMSM

(Artículo publicado en el diario La República, edición 05/08/05).