Universidad y desarrollo nacional
Por: Nemesio Espinoza Herrera.
El nuevo siglo y milenio que empezamos a caminar no son sólo señales de
la mera continuidad inexorable de la historia peruana, sino más bien constituye
puntos de inflexión para la construcción de un nuevo Perú. Esta nueva era trae
consigo para la humanidad grandes y distintas tendencias mundiales a las cuales
el país debe estar ineludiblemente enserto; pero esta inserción a un mundo
moderno de hoy demanda inéditas configuraciones ideológicas, políticas,
económicas, sociales, científicas y tecnológicas que avizoren mejores formas de
vida de los peruanos.
En este contexto macro de nuevas condiciones universales que el
desarrollo nacional exige imperativamente una nueva educación y, dentro de ella,
una nueva universidad, siempre que ambas sean tenidas como factores claves y
timoneles. Adviértase que sin un nuevo modelo de educación y, por consiguiente,
sin un nuevo modelo de universidad como prioridades nacionales de desarrollo es
imposible edificar un nuevo país. La educación y la universidad en el Perú
siempre han sido, y lo son aún lastimosamente, consideradas como asuntos de
quinta categoría. La posibilidad de que el paìs pueda encaminarse hacia el
verdadero desarrollo económico y social pasa necesariamente por la reconversión
radical de la educación y de la universidad y por la priorización de ellas en
la política de desarrollo del estado. Los modelos de la educación y de la
universidad en el Perú vigentes desde siglos atrás y propios de tiempos idos
resultan siendo espectacularmente obsoletos.
Ya hablando concretamente de la universidad peruana, ésta se encuentra
inmersa en una grave crisis estructural. En buena cuenta la universidad, máxime
la pública, no existe; solo sobrevive porque siendo vetusta e incompatible con
las nuevas condiciones del siglo XXI y del tercer milenio resulta siendo una
institución inerme para responder a las nuevas exigencias que demanda el
desarrollo nacional; y, lo que es peor, resulta siendo paria. Es cierto que en
el caso de las universidades nacionales el descalabro resulta siendo en extremo
grave, pero también el de las privadas no son ejemplares que digamos y no dejan
de ser preocupantes. Nos encontramos, pues, ante vertiginoso fiasco de la
universidad peruana en su conjunto. La universidad está expresada en la
bidimensionalidad sinérgica de dos objetivos ejes que constituyen su misión: a)
formación de nuevo tipo de profesionales premunidos de nuevos paradigmas con
adecuados niveles de empleabilidad y ello implica necesariamente altos niveles
de calidad académica y, b) crear ciencia y tecnología para un nuevo país a
través de las investigaciones científicas. Uno no existe sin el otro. Ambos,
simbióticamente vinculados, resultan imprescindibles para el desarrollo nacional.
Sin gente adecuadamente preparada y sin ciencia ni tecnología resulta
infructuosa toda posibilidad (y voluntad) de construir una nueva sociedad
propia del nuevo siglo y milenio. Es importante no perder de vista estos dos
grandes propósitos de la universidad que hemos señalado porque no sólo
configuran la innata naturaleza de la universidad que diferencia de otras
instituciones educativas, sino permite también focalizar expectativas,
esfuerzos y voluntades en ellos.
No es que existan varios objetivos de la universidad como erróneamente
se pretende entrever y que dispersa la atención; lo que sucede es que alrededor
de los dos indicados se relacionan sistémicamente diversidad de otros aspectos
vinculantes. Ahora bien, ubicada la universidad en el contexto de sus dos fines
pivotes y a la luz de ellos resulta fácil describir su desafortunada realidad.
De todo esto se deduce que la universidad en el Perú, de un tiempo a esta parte, se ha convertido en un falso farol para las nuevas generaciones y para el desarrollo nacional.
De todo esto se deduce que la universidad en el Perú, de un tiempo a esta parte, se ha convertido en un falso farol para las nuevas generaciones y para el desarrollo nacional.
Todo esto tiene que cambiar; pero ya. Para ello se requiere cuando menos
dos condiciones absolutamente necesarias e inmediatas. Por un lado una plena
voluntad de política de Estado en el que la educación y, dentro de ella la
universidad, constituyan ejes prioritarios del desarrollo nacional y que se
traduzca, por ejemplo, en la asignación del 36% de la estructura presupuestal o
del 8% del PBI a ala Educación. La otra condición ineludible para convertir a
las universidades en modernas y competitivas es la imperiosa necesidad de una
nueva gerencia universitaria, pues ella ha devenido con elocuencia en
anacrónica. Gran parte del problema de la universidad peruana se debe al
evidente caos administrativo reinante en las universidades públicas, pues, por
regla general, los cuadros administrativos no se caracterizan por sus
capacidades gerenciales ni los sistemas de gestión universitaria por su
eficiencia. Parafraseando a Arquímedes podríamos decir: “Dadnos un nuevo modelo
de administración universitaria y transformaremos a la universidad”. Construir
una nueva universidad para una nueva sociedad es una necesidad nacional y es
una cuestión de Estado. La sociedad, el gobierno y los mismos universitarios
tienen la palabra.
(Artículo publicado por el diario Expreso,
edición 19/11/02)