San Marcos 2007: punto de inflexión
Nemesio Espinoza Herrera
(Artículo elaborado en marzo 2007)
Nemesio Espinoza Herrera
(Artículo elaborado en marzo 2007)
El primigenio concepto universidad involucra dos actividades fundamentales, distintivas, prioritarias y simbióticas: la investigación científica y la formación de profesionales. La universidad, por consiguiente, es tal si y sólo si prioritariamente produce ciencia, tecnología e innovación y, sobre esa base, forma profesionales. Esta concepción bidimensional de la universidad –investigación científica y formación profesional- reivindica en el actual contexto de las sociedades del conocimiento el rol protagónico y estratégico que tienen las universidades en el proceso del desarrollo sostenido y sostenible de las naciones. Ningún país en el mundo de hoy puede promover su progreso sin el concurso de la ciencia y tecnología y sin la participación efectiva de profesionales competentes; vale decir, sin universidad.
Las universidades en el Perú, sin embargo, a la luz de las evidencias empíricas resultan siendo instituciones que no responden a las nuevas exigencias del proceso de desarrollo nacional porque virtualmente abjuran de su misión esencial que es la investigación científica y porque aun siendo universidades eminentemente profesionalizantes persiste en ellas la baja calidad académica que se traduce en alarmantes niveles de desempleo profesional. Por su puesto que las universidades peruanas investigan y algunas de ellas bien, pero la escasa producción científica nacional y la marginalidad de la investigación resultan siendo la regla y no la excepción. Una señal elocuente de todo esto es que el Perú, no obstante a sus 85 universidades, es excluido del ranking mundial de universidades en el que sí están Argentina, Brasil, Chile y México.
La Universidad Nacional Mayor de San Marcos, universidad emblemática del Perú, Decana de América y una de las más antiguas del mundo, también afronta sin lugar a dudas los problemas estructurales arriba señalados. No es herejía decir que San Marcos todavía mantiene incólumes dos irresolutos problemas que cuestionan su esencia misma: la persistencia de insuficiencias en la producción de la ciencia, tecnología e innovación en términos de productividad y calidad que la modernidad exige (no obstante ser la segunda universidad en el país que más artículos científicos produce) y la perduración de la baja calidad académica en la formación de profesionales (no obstante a luminarias personalidades sanmarquinas que el Perú y el mundo reconoce). Es más, San Marcos al igual que cualquiera otra universidad del Perú afronta también un consuetudinario tercer problema mucho más pernicioso aún: su obsoleta gestión. La administración de San Marcos y de sus 20 facultades –dicho sin eufemismos- es aún medieval, burocrática, irracional, sobredimensionada, costosa; y, siendo así, irremediablemente expuesta a la corrupción y a la mediocracia.
Es en estas circunstancias que San Marcos se apresta a renovar sus autoridades y cuadros administrativos a través de un proceso electoral para elegir a una nueva Asamblea Universitaria, a los nuevos consejos de facultad y a 20 decanos. (Se refiera a las elecciones en San Marcos de mayo último). Estas elecciones –aunque no tan democráticas por no ser universales y por ser hechas a la antigua usanza- deben, sin embargo, significar el punto de quiebre para iniciar el proceso gradual de transformación de San Marcos que posibilite convertirla a mediano y largo plazo en la primera potencia nacional en la producción científica; en modelo de la formación de un nuevo tipo de profesionales y en la universidad con una moderna gestión. Estas tres condiciones resultan siendo absolutamente necesarias para que San Marcos compita con las mejores universidades del mundo y contribuya de manera efectiva al desarrollo del país. Transformar a San Marcos es una necesidad nacional, el gran desafío para el próximo gobierno de la universidad y deber de todos los sanmarquinos para que resurja triunfante a tono con la célebre proclama de Juan Gonzalo Rose: “San Marcos; nudo de inquietudes, plaza de victorias”.